martes, 18 de septiembre de 2007
Locuras heredadas
Las familias. Compartir una misma sangre, mismos genes, la boca del tío, las manos de tu madre, los ojos de tu padre, la mala leche del abuelo. Te toca y punto. Y yo hoy lo vuelvo a recordar. El culebrón Fuente Dallas y todos las capítulos de esta novela particular. Y me sorprende cómo vamos sobreviviendo a nosotros mismos, como cada uno ha ido encontrando su forma de reescribir sus roles en esta serie poco seria. O quizás demasiado seria, según se mire. Y también reafirmo la idea que venía intuyendo desde hace ya bastante tiempo y es que manos diferentes, ojos de distintos colores, narices más grandes más pequeñas, la sangre y los genes, da igual. La familia se reinventa. Pero sin embargo, porque en todas las buenas historias siempre hay un sin embargo, hay estructuras que siguen quedando, el guión original resurge debajo de la tierra y sigue caracterizando lo que soy. Los ausentes por causas mayores y los que se han ido ausentando por causas.., no sabría qué decir, probablemente por causas ajenas, heredadas, idiotas, tristes. Esos ausentes también duelen, porque su ausencia es voluntaria. Y es que en todos estos enredos y revueltos de narices, ojos, cejas y manos, cada uno elige su forma de sobrevivir. Y yo, como en muchas cosas, persigo aún esta utopía, ese guión original, tal cual lo dejasteís, y por eso aún me duelen las locuras heredadas.
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